lunes, 29 de septiembre de 2014

Acomodando problemas pequeños

Hubo una fuga en el baño. Pareció ser de un lado, de otro y de otro, y al final no supe de dónde. Se hacía un pequeño riachuelo en el piso, que a veces era un río, que llegó a ser un lago y en su peor momento, salió del baño, amenazando alcanzar el resto de la casa. Era una molestia, se desperdiciaba el agua, y quien entrara al baño salía con los zapatos mojados y dejaba rastro por donde anduviera. Así que hubo que arreglarlo. Se intentó de varios modos, varias veces, hasta que resultó. Tal vez en otra casa, no se habría podido vivir con el problema más de un par de días; en mi casa, los parámetros son otros, pero no podía dejarse así, y fue arreglado.

Ahora, hay un problema con el flotador del tanque del agua del inodoro. En realidad, era un problema que ya estaba antes de la fuga; pero llegó la fuga a protagonizar, y esto otro quedó relegado. Cuando se jala la palanca, todo pasa como debe ocurrir, pero luego el flotador se traba con el tapón de plástico que haría posible juntar agua en el tanque. Por lo tanto, no se junta el agua. No sé si se desperdicia tanto como cuando estaba la fuga; en teoría, eso se evita, revisando cómo ha quedado el tapón luego de jalar la palanca, y colocándolo donde debe quedar, si es necesario -casi siempre-. Pero muchas veces, no hay revisión ni recolocación. La siguiente persona que entra al baño, encuentra el tanque vacío... 

Como me resulta molesto quitar la tapa de cerámica de la taza del baño, para revisar y recolocar, he optado por tener cerca un envase de litro, juntar agua en el lavamanos y echarla en el inodoro, como si estuviera descompuesto. Es un parche al problema, que lo hace llevadero. Entre más llevadero, menos probable que se arregle pronto. Así podemos quedarnos años con los problemitas que acomodamos para que no nos inunden.

Silvia Parque

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