miércoles, 4 de junio de 2014

Visita al médico

Después de tres semanas de molestias estomacales, llegó la hora de hacer una visita al médico.

Llegué a uno de los consultorios de Farmacias Similares. Siempre he tenido buenas experiencias en esos lugares, aunque el trato de los médicos ha sido más o menos amable, según me toque en suerte. En esta ocasión, no sé qué calificación le pondría en ese rubro, al honorable profesional de bata blanca que me atendió.

Desde que me indicó que podía pasar, supe en qué conjunto de médicos podía ubicarlo. Puede haber subconjuntos, pero básicamente tengo dos categorías: los médicos que se colocan en posición de superioridad, y los que no.

Evidentemente, quien es competente en algo en lo que nosotros no lo somos, es superior a nosotros en ese aspecto determinado: tiene mayor competencia = una competencia "superior". Pero eso significa nada más eso. En el caso de los médicos, la importancia social de su profesión, crea mucho más que eso. Es común encontrar médicos que suponen que no tienen que dar explicaciones a sus pacientes sobre el diagnóstico -"no van a entender"-, o sobre la prescripción -"qué van a saber"-. Algunos médicos, incluso en la consulta privada, olvidan que están brindando un servicio, y que el paciente es el experto en lo que le pasa; tal vez no sea experto en la enfermedad o el tratamiento, pero sí en su experiencia -aunque parezca redundancia-.

Por supuesto, la competencia autoriza, según el caso, para hacer sugerencias, dar indicaciones, etc. Pero no coloca a ningún profesional, como gurú de todos los temas -¿cuántos médicos se sienten nutriólogos, psicólogos, educadores, etc.?-, ni como director espiritual -¿cuántos médicos hacen juicios morales o aleccionan?-

Esta vez, me tocó un médico relativamente joven, que no dijo "por favor" una sola vez, al pedir que me sentara, acostara, levantara, etc. Me explicó con claridad qué ocurría y qué había que hacer para que dejara de ocurrir; se interesó en otro asunto de salud que mencioné y amplió sus respuestas iniciales, para que todo quedara abordado. Como se adivina con la ausencia del "por favor": no dijo "gracias" cuando pagué, o "buena tarde" en ningún momento. Estas omisiones se esperan en personas que se desenvuelven en ámbitos de "trato rudo"; pero una persona con una educación formal de más años que en casi cualquier otra profesión, ¿no aprendió modales? Seguro que no se dirige de la misma manera a sus "iguales". Es que supone que a su posición le corresponde dar órdenes, y que las cortesías se le deben a él.

Silvia Parque

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