El sentimiento guarda los secretos de lo que es mejor en todos los sentidos, porque es la verdad íntima de nuestro ser; pero el poder de ese secreto es demasiado grande para dejarlo suelto en bruto; es un regalo cifrado: descifrarlo es el camino que revela nuestra vocación identitaria; abrir su envoltura con torpeza, lo rompe, deja emborronado e ilegible el mensaje.
A veces, no obstante, explotar es necesario... aunque no lo fuera, es inevitable para todos los que no hemos alcanzado el nirvana. Los psicólogos dirían: "tener un desbordamiento emocional". En cierta forma es simplemente "hacer berrinche". Las diversas formas de explotar sirven si una vez que ocurrieron, nos sentimos aliviados; si el llanto, el reclamo o el pataleo se refuerzan a sí mismos, generando más sentimiento negativo, hay un problema mayor.
Pocas cosas tan de agradecer como la compañía tolerante que consuela y conforta en esos momentos, con la paciencia para mantenernos a la vista en el interés de que no nos hagamos daño, pero sin miedo a lo aparatoso de la explosión, y por tanto, sin pretender acotarla arbitrariamente. En la edad adulta, a veces toca ser esa compañía para nosotras mismas. Es una paradoja que suena a desdoblamiento, pero entre el alma y la mente hacen un equipo tan maravilloso, que es posible.
Silvia Parque
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