Tanto que se habla mal de él, y qué bonito, qué agradable, qué paz como en olas arropaditas entre las cobijas con abrazo y canciones bonitas en una cama de agua bajo la cascada artificial del complejo de albercas en el que pasé mis vacaciones con trece años. Qué parecido es a revolver la adolescencia, la niñez y la edad adulta, en la clara convicción de sonreír desde el fondo del fondo del alma, con seguridad de todo excepto de qué va a pasar con el siguiente paso.
Así es como una tiene que hacerse las preguntas cruciales de la existencia: en estado de ebriedad.
Silvia Parque
No hay comentarios:
Publicar un comentario