Hace ya buen tiempo, en una "temporada baja", llamé a una amiga que es médica y en medio de mi drama, me contó la difícil situación de uno de sus pacientes. Casi por obligación moral, me recompuse.
Creo que a la mayoría nos pasa que ante una pérdida importante, propia o ajena (de la salud, por ejemplo), las preocupaciones cotidianas adquieren su justa dimensión. Luego, la impresión se olvida y los pequeños motivos de preocupación vuelven a acomodarse en primera fila; en ocasiones se apropian del escenario. Yo pretendo mantenerlos a raya. Todavía soy nueva en eso; pero entre más se les domestica, más fácil resulta hacer que permanezcan en su lugar.
Silvia Parque
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