miércoles, 20 de junio de 2012

Lavar y la lavadora

No soy ama de casa. Tal vez por eso, me doy gusto lavando ropa.

Me gusta elegir qué lavo ahora y qué después. Me siento realizada formando conjuntos por colores, texturas... o grado de suciedad.

Hay prendas que esperan su turno mucho tiempo: se supone que las lavaré aparte, a mano, con jabón especial; pero a veces han esperado tanto que resuelvo meterlas a la lavadora porque entre maltratarlas un poco y que no se usen, la primera opción parece mejor. Igual pasa en la vida con otras cosas.

Luego, está la lavadora como símbolo. A mí me muestra tres cosas:

- Dios provee.- Estuve algún tiempo sin lavadora -aunque con lavandero-, así que la aprecio mucho.

- Me preparo poco para recibir y aprovechar la providencia.- No puede llenarse de agua y desaguarse por sí misma porque no fue posible instalarla completamente. Tanto tiempo deséandola y en ningún momento le preparé un espacio.

- Hay que pedir mejor.- En cuanto llegó, le trabé los botones (por lo que tiene nada más la función básica de "lavar"). Ya tenía su historia, así que no pudo defenderse de mi trato torpe. Habrá que pensar en una nueva.

Silvia Parque

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