Mi abuela, por su parte, me enseñó a no jurar "por Dios", porque una nunca sabe si acaso, sin querer, podría fallar y entonces ¡tremendo pecado!
Cuando crecí, reservé promesas y juramentos para alguien que no los quiso -que por su parte, no promete ni jura-. Creo que ahí fui perdiendo la práctica y hace poco, tratando de entablar compromisos conmigo misma, me encontré bastante inhabilitada.
Qué se le va a hacer.
Silvia Parque
No hay comentarios:
Publicar un comentario