No podemos controlar la sensación y al sentimiento podemos darle cauce, pero tampoco ejercemos pleno dominio sobre él. Si te enteras de que el mal jefe que estuvo abusando de ti, ha sido promovido, es esperable que los ojos se te vayan hacia arriba y frunzas el ceño. Quisiéramos que el mundo nos hiciera justicia, poniendo a todos en el lugar que les corresponde, a partir de lo que nos han hecho o dejado de hacer. Pero si te enteras de que el mal jefe lo que acabo de decir, mientras te entregan el premio mayor de la lotería, ni los ojos ni el ceño van a ocuparse del asunto. A lo mejor piensas o dices "¡Que le den!", pero con la sonrisa de millonaria, intacta. Si estás suficientemente contenta, no te afecta.
Según yo, si logramos una condición de bienestar estable -lo que no es igual a estar siempre sonriente-, creo que conseguimos liberarnos de las personas del pasado, cuya presencia no queremos ni en la mente. Aunque una "condición de bienestar" no es igual que el "contento", la alegría y el gusto son muy útiles para conformarla. Estar contenta te protege de los fantasmas: te hace inmune a su poder.
Silvia Parque
Qué razón tienes. Un beso.
ResponderEliminarEstoy practicando ;)
EliminarUn beso con cariño, Susana.
Cómo llegan las palabras adecuadas en momentos oportunos.
ResponderEliminar¡Que le den! Y mientras le dan o no le dan, yo brillo por las buenas noticias que me rodean.
A sonreir más a uno mismo y no al otro.
¡Gracias por esta entrada!
¡Brilla, que para eso estás! Tienes mucha razón: "A sonreír más a uno mismo y no al otro"
Eliminar¡Gracias por ser tú!