miércoles, 22 de octubre de 2014

Alguien como la Maestra Lucy, para estos días

"La fuerza es el derecho de las bestias".

Creo que AQUÍ hablé por primera vez de este incidente en el que mi maestra de Español fue una estrella. En realidad, no recuerdo si el curso era realmente "Español" o algo como "Literatura". La recuerdo a ella y cosas importantes que aprendí sobre lo que se había escrito en el mundo. Tuve muchos malos profesores, pero un puñado de excelentes maestros por los que valió la pena haber pasado exactamente por esas escuelas con butacas en mal estado.

La recuerdo a ella porque es para no olvidarse. Llegaba cada día a hacer bien su trabajo y a educarnos con el ejemplo. Creo que tenía el respeto de todo el grupo porque hacía algo muy raro entre las personas adultas: nos veía y nos trataba, ella a nosotros, con verdadero respeto. Las prácticas autoritarias están tan arraigadas en nuestra cultura, que las personas no se dan cuenta de cómo son irrespetuosas con quienes están de algún modo sujetas a su autoridad. Los adolescentes huelen esta falta de respeto que tampoco pueden identificar claramente porque son parte de la misma cultura. Y responden. Así nosotros, en esa escuela, hace muchos años.

Habíamos sido castigados por algo que hizo uno solo, si bien rodeado por unos cuantos que le festejaron el chiste. Fue injusto para todos los que ni siquiera vimos qué había pasado, pero era una práctica disciplinaria efectiva.

El castigo era una leyenda escolar que todos conocíamos y lo administraba un profesor que era malo enseñando, pero que servía para inspirar miedo. Ahora me queda claro que había goce en ese miedo del que hablábamos con emoción y que hubo cierto encanto en vivir el temido y famoso castigo.

En el marco de esta experiencia, el Director irrumpió en nuestra clase de Español. No recuerdo qué dijo; pero sí recuerdo la expresión enojada en su cara y mucho más recuerdo la expresión corporal de los muchachos que se sentaban atrás y se echaron hacia adelante, el gesto de varios de nosotros a punto de abrir la boca. Entonces, nos vio la Maestra. Puedo asegurar que nos vio a cada uno; no sé cómo hacía eso pero era capaz de hacerlo en la misma mirada, al mismo tiempo.

Habría que decir que la Maestra Lucy tenía una mirada mágica.

Llegaba todos los días a escribir una frase notable en el pizarrón y a dar la misma instrucción: "Cópieme y parafraséeme en un minuto, por favor" (una amiga la imitaba y le quedaba igualito). La clase seguía con lo que hubiera que hacer, a menudo algún ejercicio escrito; cuando estábamos en eso, mirando nuestros cuadernos, si quería llamarnos usaba su mirada. A veces era suficiente con eso. Volteábamos e íbamos. A veces, debía inclinar un poco la cabeza y usaba su dedo índice para hacer la señal de "ven", hasta que volteábamos. Supongo que hay que decir, que a menudo contaba con el apoyo de las miradas expectantes de todos los que sí se habían dado cuenta que estaba llamando a alguien. Así que ahí estaba ese alguien, siendo mirado por dos, cuatro y luego diez personas, hasta que lo sentía.

Ese día su mirada fue más poderosa que nunca, con su dedo llamándonos a leer las palabras en el pizarrón. Pocas veces he vivido tan a flor de piel lo que pueden hacer las palabras en los cuerpos. No sé cómo se sintieron los demás porque ni siquiera se habló del asunto: tan completamente lo "arregló" ella. Pero creo que nos sentimos fuertes en el silencio, nos sentimos superiores portándonos como gente de razón. Le ganamos sin pelear a esa persona que no nos había tratado con respeto. Sé que es una conclusión infantil, pero teníamos catorce años.

Ojalá siguiera tratándose de cosas así: "de ganar", de sentir que queda puesta la razón, de algún modo, en algún lado. Cuánto me gustaría que hubiera alguien señalando la frase correcta detrás del líder autoritario para quitarle su poder y poner las cosas en su lugar: poner a los grupos tratados con injusticia por encima de lo que está mal. Es tan otra cosa cuando el poder es tal y tanto, que mata y arrasa. Pero quiero seguir creyendo que es posible no entrar en la dinámica de pelear con el mismo tipo de fuerza que usa quien empezó a aplastar.

En aquel ciclo escolar -a lo mejor en el siguiente-, ese profesor que enseñaba mal y nos intimidaba, fue detenido por violencia doméstica y la nota con su foto salió en el periódico. Alguien o algunos sacaron copias de la nota y la pegaron por toda la escuela. En ese entonces me pareció un acto "feo", pero no "malo". El hombre se ufanaba con nosotros de sus infidelidades o de tratar con rudeza a su hijo pequeño. Así que cuando vi que se le señalaba, la verdad es que me dio algo de gusto. ¿Quién espera que salga algo bueno donde se siembra amenaza?

Las personas responden. Los grupos responden. Los pueblos, a veces, también. Y es tan poco natural de un colectivo responder con lo mejor de la inteligencia, que da miedo contemplar tanta necesidad de responder.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Hay poca gente que tenga ese talento para respetar y hacerse respetar sin palabras. Un beso.

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