Silvia Parque
martes, 26 de agosto de 2014
El otro no tiene por qué saber
A mí me cuesta guardar silencio cuando se trata de afectos profudos. Pero muchas veces, no tiene sentido decir todo lo que una piensa o siente, o todo lo que una sabe, y creo que casi nunca resulta bien hacer cosas que no tienen sentido. En esos casos, lidio con la necesidad de exponer lo que mi alma grita; no de expresarlo de algún modo, sino de hacérselo saber a alguien en particular. A medida que paso más "días ordinarios en paz", menos difícil me resulta ejercer autodominio sobre mis palabras. Pero "menos difícil" está lejos de "más fácil".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Saber hasta dónde puedes hablar y cuándo callarte es complicado. Un beso.
ResponderEliminarSí que puede serlo. A mí no se me complica desde hace unos meses; sé bien cuándo hablar y cuándo callar: ¡lo que se me complica es hacerlo!
EliminarUn beso, Susana :)
Ah..., esos "días ordinarios en paz"... Con el paso del tiempo cada vez me parecen más extraordinarios.
ResponderEliminar:) es bueno hacerlos: son buenos para la salud ;)
Eliminar