sábado, 26 de octubre de 2013

Feriecita

En la Alameda se instaló una pequeña feria, creo que nada más porque sí. Había gente, aunque los juegos mecánicos estaban más bien medio vacíos. Se movían lento y no parecían, en absoluto, simular alguna dimensión de ultra-aventura... pero cuando era niña, todos me daban miedo, excepto el de las sillitas voladoras. Para el adulto regular, yo no podía resultar divertida.

Cuando me acerqué al juego de las canicas, en menos de un minuto y sin emplear particular habilidad matemática, noté que -dada la cantidad de canicas y la puntuación posible- no hay modo de ganar el premio mayor. Me recordé disfrutando mucho hacer rodar las canicas; hasta pregunté cuánto por un juego; pero resolví no arriesgarme a pagar y que Sabina tuviera razón en que "al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver".

Enseguida estaban los peces de plástico. Alguna vez intenté pescarlos, pero eso ya me resultaba estresante. Aunque sigo siendo la misma, al menos creo que ya no me estresa nada equivalente a eso.

La instalación ocupa un espacio como un pasillo amplio, si es que se le puede llamar "pasillo" a un camino o andador en la alameda. De regreso, noté que en cada casetita de la rueda de la fortuna está pintado un lugar especial de la ciudad: el templo de San Agustín, Santa Rosa de Viterbo, Plaza de Armas... No creo que nadie le pusiera atención, pero era una cosa muy bonita. Aprecié lo verde del pasto y pensé bien de mí.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Las Ferias ya no me traen recuerdos de mi infancia, sino de la de mi hija. He disfrutado muchísimo con ella cuando era pequeña y nos hacíamos el "día de feria", vueltas, paseos escogiendo las atracciones en función de su edad y del presupuesto, patatas con mayonesa, más paseos, alguna compra, las dos solas con el día entero para nosotras cogidas de la mano. Agotador pero gratificante. Ahora se va con las amigas a exhibirse, a ver y dejarse ver, a pegar chillidos entre ellas cuando ven los grupos de niños y el guapo las mira...

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    1. Qué bonitos recuerdos, Inma. Ahora le toca eso. Lo de los chillidos nunca me ha gustado, pero qué se le va a hacer, lo bueno es que se pasa.

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