domingo, 4 de septiembre de 2011

Vivir en domingo

Cuando vi que los fines de semana no eran lo mío, los anulé. Pude porque tengo ocupaciones en horario irregular, y todas me placen; además, ahora, gracias a la fortuna de vivir en el centro, tengo un montón de gustos a la vuelta de la esquina; el caso es que hice de cualquier día de la semana, un día propio para el paseo, el descanso o la diversión. Lo malo es que el resto de las personas sí tienen "semana laboral" y "fin de semana". Y llega el domingo...

Hay un capítulo de "Oye, Arnold" donde el Cabeza de Balón planea un sábado o un domingo perfecto -no me acuerdo, da igual-; creo que varios hicimos eso cuando niños... Podría parecer que entonces no funciona porque una depende de los adultos, porque el mundo es demasiado enorme para que algo con tan poca estatura, pueda moverse realmente a gusto dentro de él. Pero lo que no funciona son los planes demasiado ambiciosos. O sobre lo que no admite previsión.

Ahora, sólo aspiro a deshacer la maldición dominical de mi casa. Cada domingo, alrededor del desayuno, alguien bajo este techo se pone de malas y una bruma de mala vibra se extiende por las horas del día. Afuera, la gente va más o menos contenta, más o menos iluminada, y ese contraste chocante deja con ganas de adelantar el reloj y hacer el lunes: pero como vi la película de "Click", me espanta acabarme la vida, que siempre es más corta de lo que una quisiera. Así que preparo  mi conjuro...

Silvia Parque

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