A veces paso por encima de las dificultades y tomo un buen pedazo de terreno para mis pies, doy pasos, y complacida, me digo que todo está bien, para descubrir que las manos están sudando de más, que la espalda se ha puesto tensa a punto del dolor, o que de plano me duele una parte de la cara. Si no me ocupo de mis nudos interiores, me molestan hasta que les haga caso. No piden resoluciones, pero no dispensan que me haga tonta: voy al origen del anudamiento y tomo nota de todo lo que vea, o hacen alharaca.
Silvia Parque
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