jueves, 26 de septiembre de 2013

Limitar el derecho a apestar

Sostengo una postura política de reivindicación de los olores corporales. Tal vez más personas tendrían más y mejor sexo, si dieran mayor posibilidad a la química de sus cuerpos, de hacer lo que les toca. Pero eso es lo de menos. Creo que es humano, por ejemplo, sudar, y natural que entonces, haya olor a sudor; de igual forma, más o menos cada mes, la mujer que está en edad de tenerla, tiene su menstruación, y entonces olerá a flujo menstrual. Desprecio la necesidad de que todo sea inodoro, pariente cercana de la necesidad de que todo sea aséptico, y pariente lejana de la necesidad de que todo sea sano/puro. Acepto que a veces esos olores que originalmente no tendrían por qué ser interpretados como "malos", pueden ser intensos, y que si no hay higiene, pueden tener relación con procesos de descomposición orgánica, ambas cosas, causa de que acabemos nombrando "malo", a un pobre olor que no es más que lo que puede ser... como en todo, es cuestión de parámetros.

Una pregunta sustancial de mi postura, sería: ¿por qué todos, siempre, habríamos de oler bien? Algo a veces está fresco y a veces no. A veces huele bien, a veces no (a veces apenas huele). Pero apestar es otra cosa. El mal olor en grado de peste, es algo que a veces pasa, por situaciones extraordinarias. Pero no se vale vivir apestando. Salvo que la persona apestosa viva en condición de indigente marginal -porque hay de indigencias a indigencias-: no se vale. Creo que es algo distinto al hecho de elegir vestirse de maneras que los demás consideren desagradables; la peste puede causar náusea. La vehemencia que expreso servirá para ilustrar que no me refiero a malos olores a secas: me refiero a la clase de peste que contamina un espacio de veinte metros cuadrados. ¿Qué hacer en ese caso? De estar en un espacio público, abierto, como el parque,  no hay más que respetar la peste del otro, y jodernos la expectativa de un rato donde queríamos estar; así es la vida: aunque yo llegue primero, si ha llegado quien apesta y no me gusta, tendré que irme. En el espacio privado no hay qué pensar: una recibe en su espacio privado a quien quiera, y una huele a lo que quiera en su espacio privado -si es individual-.

Pero, ¿en el espacio semipúblico? Por ejemplo, nada más porque sí, no porque me haya impactado ningún estudiante: ¿cómo se debería manejar el asunto en una universidad? Yo creo que habría de aplicarse una política de respeto a las narices de todos.

Silvia Parque

8 comentarios:

  1. Éste es un asunto sobre el que podrían escribirse tratados filosóficos jeje ¿Como advertir al apestoso de la situación cuando él parece no ser consciente? No queremos herir sentimientos, nos parece una situación delicada que nunca sabemos manejar, nos preguntamos como sus más allegados no se lo comunican o como él mismo no se da cuenta.
    Con estudiantes y adolescentes la cosa se complica, si los encierras en una habitación, y entras al rato, huele, no a nada concreto, pero huele raro y mal, deben ser las hormonas dislocadas.
    Cuando la seta era pequeña su habitación jamás olía más que a ese olor de niña maravilloso, de crema, colonia y piel infantil, sin embargo si venían amiguitas cuando se iban tenía que airear la habitación de la peste a rancio. No sé que mamás se han empeñado en que los niños no es necesario bañarlos y cambiarlos de toooooda la ropa tooooodos los días, me acostumbré, pero al principio me sorprendía mucho que lo que para mí era tan natural como respirar y sin opción, en algunas casas se relajara tanto.
    Besos

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    1. Con los estudiantes y los adolescentes creo que es parte de eso que digo que a veces pasa y que realmente a mí no me molesta; siento la urgencia de abrir ventanas, pero se abren y ya está :) Lo que me perturba un poco es el decidir vivir apestando, cuando no se decide junto con pegado, irse a vivir al monte. Y no por la decisión, que aunque esté muy loca la entiendo; sino por: ¿qué deberían/pueden hacer los demás? ¿y en un contexto institucional? No me refiero a la persona que "no huele bien", creo que está sobrevalorado oler bien, me gusta el olor a humano, que no es el olor a perfume. Tampoco me refiero a la persona que "huele mal", al cabo no tiene una por qué andar abrazándole. ¡Me refiero al que "apesta-apesta"!, de modo que genera un ambiente en el que no es posible trabajar. ¡! Yo ayer pensaba que a esta persona que "olí", debería pedírsele que saliera del edificio. Pero marcar límites en estos asuntos es difícil.
      ¡Besos, Inma!

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  2. Ahora entiendo todo!!! Ammm creo que esta experiencia fue un poco mala no la viví pero he estado en situaciones parecidas pero lo que no me explico es como una persona es incapaz de darse cuenta de el daño que causa a nuestras narices. Y me ago la pregunta ellos no tienen nariz??? Ya que como en el comentario de imagina (territorio sin dueño) para algunas personas nos hes el oler bonito,rico, es parte de nuestra forma de vida hay casos en los cuales si puedes llegar a oler así un poco a humano es inevitable y es normal pero sin llegar a los extremos

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    1. ¡! Increíble, ¿verdad? Yo creo que cuando se llega a estos extremos, y la persona no está loca de atar (como los que ya terminan de indigentes, verdaderamente "fuera del mundo"), en parte es que se han hecho inmunes a su peste, pero sobre todo es que usan su olor de arma contra los demás... y debían hacérselo a sus papás o a quien les haya hecho algo, ¿por qué a todo el mundo? Oler bonito es una bonita costumbre; no fijarse mucho, pues bueno, yo digo que se vale; tener problemas es otra cosa, porque hay gente enferma por ejemplo, del hígado, que a veces tiene un aroma muy fuerte; pero acostumbrarse a apestar y pretender hacer vida de universitario, luego de profesionista, ¿cómo?

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  3. Ya no pude firmar att. Luis P.
    aaaaa y pobre de RSS que soporto ammm ya me viaje

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