lunes, 7 de enero de 2013

Nada más se trata de estar

Conocí a los viejos en un asilo. Decían que se llamaba "Estancia", pero funcionaba como asilo, les mataba las ganas de vivir como un asilo. Aprendí lo que me fue posible de su desgano y de las extraordinarias ganas que tenían los resistentes, los de mayor fuerza vital. Empecé a notar cómo le sentaba la edad a mi abuela, que por ese entonces era joven, pero respecto a mí tenía la misma diferencia de edad que ha tenido siempre.

A los setenta, a los ochenta, a los noventa años, queda claro que lo importante es el tiempo; a veces no le queda tan claro al que lleva los años, pero si se mira con atención desde fuera está bien claro. La gente construye seguridades que se caen, compra casas que luego pierde, se hace de un nombre que se borra entre todos los nombres que otros se han hecho: alguna gente da vueltas en círculos en una especie de fijación emocional con dos o tres cosas que dirigen su vida-de-dar-vueltas. Pero nada es realmente importante a los noventa y tantos de una persona común que no está frustrada: se trata de que el cuerpo responda lo suficiente para estar. Se intenta que sea un estar a gusto.

Yo hago trampa: trato de estar bien como esté.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Lo mejor de llegar a esa edad, a poco que te encuentres medio bien, es que estás de vuelta de todo, ya nada es demasiado importante, y todo es relativo, un gusto vaya.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, entonces yo digo, ¿por qué no empezar a los veinte, a los treinta, cuando el cuerpo está tan en su punto? :)
      Besos, Inmagina.

      Eliminar
  2. jajajaj siempre digo lo mismo: "Yo me conformo con estar, si encima estoy bien, ya es un lujo".
    Besazo

    ResponderEliminar