martes, 4 de diciembre de 2012

Esto sí es de miedo en serio

Luego de un rato, se incomodó y lloró; nada del otro mundo: una mujer-mamá llegó al quite, la cargó con su modo de mamá para cargar y la durmió.

Seguro que el toque para el modo de mamá llega con la práctica y si no llegara, ya se acostumbrarían mis hijos a los cuidados de su madre sin toque...

Hasta ahí: yo fascinada por los cachetes y todavía con la sensación de su cuerpito sobre mi pecho.

Entonces tuve una revelación. Yo que estaba tan segura de que me había llegado el momento de la maternidad, tragué saliva despacio.

Dijo mi compañera: "es que ya fue mucho", refiriéndose al tiempo que la niña había aguantado sin su mamá. Se hicieron las cuentas. "¡¿Cuarenta y cinco minutos?!", pregunté. "¿No puede vivir sin su mamá cuarenta y cinco minutos?"

Claro que entiendo las respuestas: que apenas tiene los meses que tiene, que habrá que irla separando despacio, que la mamá es su alimento -porque la amamanta-, etc. Pero a mí me llegaba una sola idea: esa mujer-madre tiene una niña pegada. Pegada. Siempre. Todo el tiempo.

Mi primera reacción fue: no quiero.

Luego volví a querer.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Sí que agobia un poco al principio, pero la verdad es que el apego es mutuo y no lo sientes como tal. Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Claro, ¡esa es la clave! Apego mutuo: por eso se puede.
      Un beso, Susana :)

      Eliminar
  2. jajajaj
    Así es, luego vuelves a querer.
    Besazo

    ResponderEliminar