Después de una siesta busqué algo para cenar, cerca en consideración de que algo del mareíto pudiera volver. Capuccino bajo el cielo, rodeada de verde original, en Verde Terracota Café. Llegó en uno de esos vasitos como copas que hacen sentir alegría por tener dedos largos: ¡y sonreía! Una carita feliz de canela, tan agradable como el encargado.
No hago menos la tlayuda ni los dulces. Pero este minuto de reconocimiento es para las bebidas efectistas y la calidad en el servicio. Si vuelvo a pensar que en Querétaro el cliente nunca tiene la razón, recordaré a esos profesionales del trato en María y su bici.
Silvia Parque
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