domingo, 10 de junio de 2018

Un muchacho

Al inicio de la calle, unos muchachos hablaron cualquier cosa y decidieron que uno de ellos fuera por algo a la tienda. El encomendado corrió con todo la energía del mundo los 50 o 60 metros que lo separaban de su meta; braceó y levantó las rodillas en cada paso, porque puede, porque tiene entre quince y diecisiete años.

Apenas lo vi. No le vi la cara; no me fijé en su ropa; no tenía nada especial. Era un muchacho común, bello como no tiene idea porque su cuerpo es nuevo, porque todo él es nuevo e irradia vida. (Esa belleza tiene que ver con ser un tanto inocente todavía, un poco ingenuo, casi siempre algo soberbio y fundamentalmente bueno).

Todos podemos vivir plenamente, honrar la vida; pero es antes de los veinte cuando el cuerpo tiene la vida bullendo y eso es una maravilla. Ahí está la imagen de la vitalidad generativa.

Hoy, a esa edad en la que se busca guerra, ya descansa en paz un joven de diecinueve que conocí. Lleno de vida y murió. No más nada, para él.

Silvia Parque

8 comentarios:

  1. nada mas triste que la muerte joven....

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  2. No hay consuelo para los padres, porque no hay explicación razonable a que las leyes de la vida se trastoquen de tal manera que tengas que enterrar a quien estaba destinado a enterrarte. No soy padre, pero creo que la muerte de un hijo nunca llega a superarse del todo.

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    1. Eso pienso, Macondo. Se supone que los veamos crecer, que los veamos "hacerse la vida" y deseamos alcanzar a verles dar fruto; enterrar a un hijo es aberrante, como dice Albada. Yo también creo que nunca se supera del todo. Habrá explicación razonable pero eso no le quita ni un gramo al dolor.

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  3. La muerte a edad temprana es una aberración de la naturaleza que no hay padres que puedan comprender. En España el tráfico, sobre todo sobre moto, ha sido el gran factor de muerte de ese tramo de edad de dieciocho a veinticinco años y ha sido horrible. Ahora con controles de alcoholemia y de cinturones de seguridad y cascos ha disminuido.

    La belleza de la juventud, esas carreras de galope con rodillas casi hasta el pecho, nos hace reflexionar siempre en lo bello que es vivir. Un abrazo y feliz lunes

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    1. Así es, Albada. Creo que coincidimos en la impresión que nos causa esa vista de los muchachos siendo ellos, siendo vida, haciendo porque pueden. Y pues, los cuidamos como atinamos a hacerlo, imponiendo reglas como la de llevar casco si van en moto; pero a veces pasa lo que pasa y es tal cual dices: aberrante. El dolor de los padres debe ser infinito.
      Un abrazo.

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  4. En algún texto leí.
    O.
    En alguna película escuché.

    Qué tiempos estos en los que los padres entierran a sus hijos.

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