viernes, 23 de febrero de 2018

Sin hablar

Quisiera escribir de algunos temas que me interesan, pero esto que me pasa es ostentoso y se lleva el protagonismo del día:

No puedo hablar.

Imagen de la escultura de La sirenita, que Marcela Escandell puso AQUÍ.

Es toda una experiencia.

Creo que yo era realmente saludable, hasta que el último semestre de la carrera, entré a trabajar a un jardín de niños.

Los niños son un foco de infección.

Lo confirmé porque años después, volví a trabajar en un kinder. Entre los bichos propagados por las criaturas y el hecho de que mi trabajo consistiera en gran medida en hablar mucho, las laringitis se volvieron recurrentes y alguna vez llegué a quedar casi afónica.

Pero hoy sí que no hablo. Es raro porque no me duele la garganta: más bien no tengo aire.

¿He contado que yo no me contagio? No me cuido de la gente enferma porque no me contagio. De verdad, mi cuerpo no toma los bichos de otros. Excepto los de mi hija.

Para más detalles: en realidad si es necesario, sí puedo hablar, pero me cansa muchísimo. Me voy sintiendo mejor, hablo y para abajo; ahí sí me raspa la garganta, pero sobre todo, se me endurece el pecho y se me embota la cabeza. Vuelvo al silencio y mejoro.

Me gusta. Me gusta la alteración de conciencia y la sensación de aislamiento. No puedo detenerme a "disfrutarlo" porque es de lo más difícil hacer de mamá sin poder hablar. Pero es toda una experiencia.

Silvia Parque

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