martes, 24 de octubre de 2017

Ideas sobre hacer lo correcto con los niños

Hace ya meses, creo que fue La Malquerida quien comentó algo, no recuerdo qué exactamente, en el sentido de que con el tiempo se nota si funcionaron o no las estrategias o las maneras que elegimos para tratar con los hijos. Yo respondí que escribiría algo al respecto. Pasó tanto tiempo que se me hace complicado buscar esa entrada y esos comentarios, pero hoy he vuelto a tener esto en mente:

Es fundamental elegir lo que hacemos en función de que sea lo correcto.

Ya sé que definir "lo correcto" da para escribir muchos libros, pero a lo que voy, nada más, es a priorizar lo correcto por encima de lo funcional.

Con los niños, hay que relacionarnos desde el respeto porque es lo correcto. Luego viene lo que podamos pensar que es "con respeto", pero creo que hay que poner como principio que no se vale no respetar.

Pegar a un niño no siempre es una escena grotesca. A veces una nalgada termina con una situación que la mamá cree que es urgente detener y no provoca un trauma psicológico ni nada que ponga en riesgo el desarrollo integral de la criatura. Pero no es correcto pegar a las personas.- los niños son personas.- no es correcto pegar a los niños.

Sí: en la vida hay situaciones en las que podemos vernos en la en necesidad de golpear para defendernos, pero es mejor tratar de evitar esas situaciones y que los golpes sean un último recurso. Así que, supongamos que una madre siente, por ejemplo, que debe defender a su hijo de sí mismo, dándole una palmada que haga de estate quieto o que está desbordada y no quisiera pegar pero algo tiene que hacer y no es capaz de ninguna otra cosa. La madre hará lo que pueda. Funcionará o no. Pensará o no que está haciendo lo correcto. Yo creo que pegar no es correcto. Pero en cualquier caso, deberíamos buscar hacer lo correcto. Si funciona pero no es correcto, se busca otra opción.

Hay ideales que no vamos a alcanzar. Pero también hay límites hacia abajo a los que no nos acercamos. Hay gente que hace cosas como encadenar a sus hijos y latiguearles, pero no imagino a nadie en mi círculo social capaz de algo así: sus límites -nuestros límites- están lejos de eso. Pasa en muchos ámbitos, pero voy a centrarme en el tema:

* No hay posibilidad de que yo insulte a mi hija, llamándole, por ejemplo, "tonta", porque la idea no está en mi mente, nunca se me ocurre que sea tonta, ni de bromita; además, no suelo expresarme de esa manera. En mi familia se tontean. Son maravillosas personas que hacen algo que a mí me parece mal. Son sus modos y lo que se admiten entre ellos. Yo me conduzco diferente. No tengo que controlarme para no hacerlo. No me nace hacerlo.

* Yo grito. Paso buenas temporadas sin gritar. Luego, grito. Implemento estrategias que me ayudan a reaccionar diferente. La última está yendo muy bien. El caso es: ¿si gritar no estuviera en el repertorio de lo posible? No le grito a otras personas, entonces ¿si sacara de mi mente la posibilidad de gritar a B? En este caso no sería como con los insultos porque gritar sí me nace; tendría que poner conscientemente, la línea roja que sacara los gritos de nuestra vida.

* Nunca se me ha ocurrido pegarle. Suelo preguntarme qué haría en situaciones hipotéticas y en ese plano he considerado pegarle, pero así, en un ejercicio de imaginación. Nunca en lo que llamamos "vida real". Nunca he creído que tenga derecho a hacerlo. Y sí me han dado ganas. Sí he tenido que controlarme. Pero nunca se me ha ocurrido darme la oportunidad de ceder a un impulso de pegarle porque hay una línea roja ahí, conceptual, que no puedo pasar. No está fuera de mi mente como los insultos, pero esa línea roja no la puse a mano, como tendría que pasar con los gritos: es un límite que resultó de lo que he estudiado y reflexionado, de una visión sobre la vida y las personas.

Voy a tratar de explicarme:

Creo que algunas cosas no se nos ocurre hacerlas, sea porque son concebidas como verdaderamente inaceptables en nuestra cultura o porque son concebidas como verdaderamente inaceptables en nuestra personal visión del mundo. Otras no las hacemos porque no forman parte de nuestro repertorio; a lo mejor hay cosas peores en nuestro repertorio, pero esas no. Entonces, podríamos reconceptualizar las cosas que sí hacemos y no queremos hacer, podríamos sacarlas de nuestro repertorio, sustituyéndolas por otras.

Silvia Parque

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