lunes, 25 de abril de 2016

Don Jorge

Yo tuve una camioneta en la universidad, pero no desde el principio; antes de eso, me movía en camión; cuando la última clase terminaba tarde y se hacía de noche, necesitaba que fueran por mí, y no recuerdo por qué, llegaban muy-muy tarde: pero muy-muy tarde. Es parte de mi sino: cuando iba a la primaria, muchas veces veía entrar a clase a los niños del siguiente turno, mientras yo seguía esperando. Pero en la universidad, llegaron a ir por mí realmente tardísimo. Yo creo que el horario sí permitía que me regresara en camión, pero seguramente me entretenía y se me iba el último que pasaba... o me gastaba el dinero... El caso es que a lo largo de una temporada, compartí varias horas con el velador de la escuela.

Qué bueno era platicar con él. Me contaba de sus hijos, de sus cosas (fue extra en una película que hicieron sobre Tomóchic). Su forma de hablar era envolvente por pausada, un poco pastosa; siempre amable, siempre con respeto. Me ofrecía de su cena. Me hizo un llavero y un escritorio miniatura.

No creo haberle agradecido tanta atención, el haberme cuidado...

Pensé ir a verlo antes de venirme a Querétaro. Pensé buscarlo una de las primeras veces que volví al rancho. Ahora no creo poder encontrarlo.

Silvia Parque

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