Mis primeras reuniones de trabajo con B fueron sencillas: la prendía a mi pecho y me ocupaba del asunto entre adultos; en la segunda ocasión, yo estaba en videoconferencia y la persona, al otro lado del mundo, solo se enteró de que B estaba ahí porque lo mencioné al final, y la vio porque pidió que se la mostrara. Son los beneficios de trabajar por cuenta propia desde casa: el modo de hacer las cosas se ajusta a lo que a una le conviene.
Luego no fue tan sencillo. Estaba dando una consulta, también por videoconferencia, con B al lado, y mi cliente no solamente tuvo que aceptar los soniditos de bebé (ni gritos ni llanto) incluidos en el servicio, también necesité hacer una pausa para cambiar pañal. Es aquí donde se requieren concesiones del otro. Mi punto es: siempre requerimos hacer concesiones, y la presencia de un bebé no debiera ser algo terrible, al contrario, considerando la crianza como algo valioso habría disposición para conceder. Yo podría haber interrumpido la consulta por cualquier otro motivo: no es raro que las reuniones tengan pausas. Tampoco es raro que haya ruido de un tipo u otro en las interacciones -no solamente sonidos-; pocas veces las condiciones son perfectas; creo que basta con que sean óptimas.
Ahora B se mueve mucho, así que no sabía cómo iba a resultar la reunión del domingo. Hablé con ella desde un par de días antes, y creo que me entiende. Creo que los bebés y los niños pequeños no entienden razones a nivel racional, pero que en otro nivel podemos ponernos de acuerdo: que su alma y su espíritu captan y comprenden. El caso es que salió bien. Yo me senté con ella en brazos y empecé a exponer en relación con algo en la pantalla de la computadora; entonces debí teclear algo, y B quiso teclear conmigo. Este podría haber sido el punto donde la puerca torciera el rabo. ¿Y qué pasó? Mi cliente dijo: "préstamela, a ver si se viene conmigo". B estuvo en sus brazos casi el resto del tiempo -me aseguré de que ambos estuvieran bien con eso-. No todo el mundo va a ser así, pero los recursos van apareciendo. Cada día, B pasa más tiempo jugando sin requerir que la cargue o esté ahí, así que al rato podré "instalarla" junto a mí, mientras me ocupo.
Tengo esta suerte, de hacer este tipo de tareas, trabajar con este tipo de personas, y que B tenga el carácter que tiene. También tengo conciencia de ir integrándola a mi forma de vida. Alguien me dijo que los niños tienen que adaptarse a la forma de vida de sus papás y no al revés; yo lo tomo con reticencia porque creo que siempre ha de anteponerse el bienestar del bebé, que no pidió ser traído al mundo; pero sí: mi niña va a aprender que mamá trabaja y eso tiene que ver con ella; por ejemplo, que mamá está en la computadora, que por tanto está cerca de ella con esos cables tan interesantes a los que no debe tocar.
Si yo manipulara materiales tóxicos, obviamente no podría trabajar con la bebé cerca. Pero hay muchas mujeres -y hombres- en oficinas, tiendas y otros lugares, que podrían desempeñar sus tareas con los bebés por ahí, y solo se requeriría que las personas alrededor toleraran la presencia de ese otro ser humano, que a veces, por un momento huele mal. El ejemplo del pañal no es accidental: la mamá o el papá a cargo habrían de cambiar el pañal a tiempo, por respeto a los demás, del mismo modo que habrían de encargarse de mantener el ruido en nivel moderado, y de que en general, la presencia del bebé no obstaculizara el trabajo de los demás. Si no pueden hacerlo, entonces no pueden tener al bebé ahí.
Hay que conocer nuestros límites. El único domingo que me he quedado a cargo del área de maternal en la Iglesia, no llevé a B. Sabía que no puedo cuidarla a ella y a otros niños. Puedo corregir un texto y cuidarla; puedo enseñarle a alguien cómo utilizar una prueba y cuidarla; pero no puedo cuidar a otros niños y cuidarla. Pareciera lo más compatible; tendrá que ser compatible si un día tiene hermanos; pero no lo es por el momento. Y sucede que las mamás, no sé los papás, somos especialmente sensibles, susceptibles y vulnerables a los comentarios en relación con nuestros límites -fallas, faltas, etc.- en el cuidado de nuestros hijos, y cómo no, también a los señalamientos sobre cualquier cosa que esté "mal" en ellos. Eso puede complicar la presencia del retoño en el trabajo. Pero si una está interesada, y los otros tienen buena voluntad, yo creo que se puede.
Habría que empezar por reconsiderar el lugar social de la crianza. Parece que enfocando que es decisión personal tener descendencia y que cada cual es libre de criar y educar como le parezca, se olvidó que se trata de cuestiones sociales, también; de funciones sociales, para ser precisos.
Silvia Parque
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