martes, 1 de diciembre de 2015

Publicidad engañosa

Ahora que terminará el programa En familia con Chabelo, gente culta con conciencia social le recuerda a los demás que Chabelo en realidad no ha sido "amigo de todos los niños" sino de todas las marcas que anuncia, y denuncia que su oferta de entretenimiento no es más que influencia consumista.

Como con cada señalamiento a programas de televisión, canciones o demás productos chatarra, me pregunto por qué señalan como si hubiera un engaño macabro. Parecen niños de siete años desencantados porque juzgan que han sido engañados con el asunto de Santa Claus. ¡Pues claro que el hombre estaba ganándose la vida! Claro que su programa era un comercial en extenso. Pero se le puede cambiar al canal, se puede apagar la televisión, y/o se puede educar a los hijos.

A mí la cuestión con Chabelo me parece muy clara: te anuncio una marca repetidamente porque quiero que compres un producto, o que lo compren tus papás... Esos papás que deberían enseñarte que no porque alguien diga que es tu amigo, es tu amigo; menos si es un adulto al que nunca has visto en persona.

En el mismo tenor, la guerra contra la comida chatarra busca regular la manera en la que se hace publicidad a estos "alimentos". Entiendo que les parece mal que haya publicidad dirigida a una audiencia infantil. Pero, insisto: en lugar de censurar a los vendedores, ¿no se trataría de que los papás se hicieran cargo? Otra cosa es la publicidad ya engañosa. Porque no considero engañoso que quien te venda un producto, te diga: "es lo más delicioso del mundo y si lo saboreas serás feliz por siempre". Hay un acuerdo cultural tácito por el que los adultos comprendemos que el vendedor exagerará y añadirá propiedades metafísicas a su producto. Como son los adultos quienes deben tomar decisiones sobre lo que llega a los niños, ¿cuál problema con eso? Pero: sugerir que un producto me hará ver simpático es una cosa, y sugerir que es saludable cuando no lo es, es otra cosa. Las radiografías de El poder del consumidor alertan sobre casos como el de Quick o Bonafont Kids, cuya composición los hace no recomendables para niños.

Ayer me topé en Facebook con comentarios sobre Chabelo, y hoy con la información sobre el Quick; pero fue algo más lo que me llevó a escribir esta entrada...

Había estado pensando en cómo los medios digitales facilitaron dar una imagen falsa de las instituciones educativas. Cuando estaba en la universidad, un compañero tomó una foto de la biblioteca, que la escuela utilizó en su publicidad. La imagen hacía que la pequeña biblioteca con recursos modestos, apareciera como grande y surtida. Pero era realmente una foto de la biblioteca, tomada desde el mejor ángulo para cubrir un objetivo comercial. Me parece aceptable porque finalmente, la publicidad se dirigía a jóvenes que pretenden ingresar a una escuela de educación superior; podrán discriminar, se supone. Pero hay otras posibilidades en los medios digitales y las redes sociales. Veía la página de un bachillerato que conozco, y para nada da la imagen de la escuela que en realidad es. Casi por morbo fui a la página de facebook de una estancia infantil en la que trabajé, y tampoco se nota "cómo son realmente". Tal vez no tengan fotos públicas de los niños por respetar su privacidad; pero no hay fotos de las instalaciones o de la comida que sirven. En cualquier caso, eso no era algo que necesitara ocultarse -no estaba mal-; pero el trato del personal, sí; la filosofía real con la que se trabajaba, también -al menos cuando yo los conocí-. Sin embargo, su página se nutre de frases optimistas y de sentencias Montessori. Me imagino a los papás yéndose con la finta.

Dicen en la película "Heredar el viento": "Siempre que veas un algo limpio, brillante, reluciente, con manchas púrpuras, fíjate lo que hay debajo de la pintura".

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Hay publicidad admisible y otra engañosa. Hay que saber distinguir. Un beso.

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    1. Sí. Y hay que enseñar a los niños a distinguir.
      Un beso.

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