viernes, 27 de noviembre de 2015

La cereza de la semana


Esta semana fue como una semana inglesa de diez días. Se juntaron dificultades domésticas, inconvenientes varios y emociones económicas. Pero como si todo eso hubiera fermentado un pastel: hubo una conclusión maravillosa. No me gustan las cerezas, pero me gusta la figura de la cereza en el pastel.

El jueves fui a una entrevista para un trabajo. Decidirlo tuvo lo suyo de conflictuante porque mi ideal es trabajar solo desde aquí (en la corrección de estilo); pero he movido con lentitud el negocio y hay que hacer lo que hay que hacer. El caso es que entre preparar papeles que me pidieron, estar lista y la dinámica de dejar a la niña con otra persona, quedé muy cansada. Pero aquí empezó lo bueno...

Supe que no tengo el perfil que busca la escuela que me entrevistó y en el camino de regreso a mi casa o más bien, en camino a la casa donde estaba B, esa idea me llevó a enfocar el perfil que yo busco. Porque siempre he sido bendecida con oportunidades que cubren el perfil que yo defino. Ahora, si voy a trabajar fuera de casa, quiero que sea en un lugar cercano y accesible, con un horario cómodo y a cambio de una remuneración más que justa, en un ambiente de animación intelectual. Dios siempre me ha privilegiado en estos asuntos y vuelvo a colocarme en mi lugar. En otras palabras: desperté.

Pensé, también, en hacerme publicidad pegando cartelitos aquí y allá, en diversificar el servicio y otras cosas.

Entretanto, la niña pasaba un muy mal rato. Al menos fue confortada con empatía y paciencia. Alguien me dijo que seguramente tenía yo más angustia que la ansiedad que tuviera ella. Respondí, dándome cuenta al decirlo: que no. Sufrí bastante al decidir que la cuidara otra persona -de toda mi confianza-; pero una vez puesto en marcha en plan, no sufrí, ni me preocupé. Lo que sí fue penoso fue el momento de oír sus gritos desesperados, a muchas casas de distancia, cuando iba a recogerla, pero no fue un pesar agobiante, aplastador. Ya con ella, camino a nuestra casa, supe que nos adaptaremos como familia a lo que vaya a pasar.

Quien me dijo que "seguramente tenía yo más angustia..." fue una de mis dos visitantes de hoy. Esa fue la cereza del pastel.

Estaba yo en este viernes cansado, con la casa hecha un desastre nivel manchas de comida en el piso, cuando recibo una llamada de una amiga que no veía hace meses. Me pregunta si estoy en casa. Le digo que estaré encantada de verla, escondo el tiradero en la recámara y me sorprendo con que llega primero otra amiga, que no veía hace más tiempo todavía. Se habían puesto de acuerdo, pero para ilustrar el tipo de persona y de visita, mencionaré que su acuerdo pasó por considerar traer café preparado, para no ponerme a calentar agua. De esas personas que una se pregunta qué hice yo para merecer esto y no queda más que agradecer a Dios.

Pasé un momento delicioso. Y terminé de despertar. Me dejaron verme en su mirada, que entre otras cosas cubrió de valor mi tiempo dedicado a la crianza. Una de ellas se ofreció a pegar cartelitos en X lugares para ahorrarme ese ir y venir. De ese tamaño. Así ha sido, así es y así va a ser mi vida. No por mi mérito sino por el favor de Dios. Cada vez que entro en la lógica de los demás, lo olvido y pierdo mi sendero. Así que como decía: vuelvo a colocarme en mi lugar.

Es una etapa diferente. Toca hacer lo que me toca con toda la mano. Me mueve la dependencia de B. Es como si durante años hubiera fluctuado entre dejarme llevar por la corriente en una zona de confort y luchar contra corriente usando las uñas para atravesar una pared, con etapas en medio durante las cuales hago lo que me corresponde bajo la gracia y me va bien. Voy a instalarme ahí: en eso de hacer lo que me toca bajo la gracia.

Silvia Parque

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