Yo sabía de su existencia, pero no lo había visto hasta hace unos días, cuando esperaba a que me atendieran con mi niña en brazos. Fulanito pasó junto a nosotras cargando una caja con mercancía; para ser precisa, pasó cargando una caja, regresó y volvió a pasar cargando otra caja. Su movimiento es un poco torpe por lo que nuestros cuerpos se rozaron, la caja rozó mi cabeza y yo me apresuré a moverme de modo que ni él ni la caja fueran a tocar a mi bebé. Podría haberle pegado a la niña sin querer, pero en realidad me apuraba su suciedad; nada que realmente ofenda el olfato o la vista, pero suficientemente sucio como para ser evidente. La jovencita encargada de la tienda le pidió que tuviera cuidado y dijo "Ay, Fulanito, no entiende". Y es que no entiende igual que nosotros: entenderá a su manera y no somos suficientemente listos como para explicarle bien. Me apené de que mi gesto delatara el "no vayas a tocarnos" que pasó por mi cabeza, pero más me apenó haberlo pensado.
Recordé que una persona a la que respeto mucho, me contó que Dios trabaja con ella en relación con la aversión que le produce el olor y el aspecto de la gente que vive en la calle. No hace mucho del incidente con la mujer en situación de calle que me tocó de compañera en el autobús [AQUÍ], así que tal vez Dios también esté trabajando conmigo en esto. Nunca pensé que sintiera alguna aversión porque no soy en especial delicada, al contrario, pero apenas me doy cuenta de que es porque siempre he estado a una distancia donde me siento "a salvo".
Silvia Parque
a todos nos pasa, que sentimos compasión pero de lejos. De cerca es otra cosa. Un beso.
ResponderEliminarSí. Pero me rebelo a mis propias sensaciones. Quiero una compasión diferente.
EliminarUn beso, Susana :)