Como vi esta película sin mucha ceremonia, fui un poco como los hombres que hacen de director técnico para el equipo al que ven jugar futbol por televisión. Resulta que el sacerdote Lamont es comisionado a investigar la muerte de uno de los exorcistas de la película anterior, por sospecha de herejía. En la búsqueda, Lamont se enfrenta con el mismo demonio que había poseído a Regan. Como suele suceder en estas películas, Dios no aparece sino bien secundariamente, y es de lo último que tiene en cuenta el comisionado; pero en este caso, eso no es todo: el sacerdote accede a seguir la instrucción del demonio y le pide de favor que lo lleve con X persona, que sabe cómo vencerlo. Ahí estaba yo: "¿Pero que te pasa? Tú eres un hereje".
Otra cosa me llamó la atención. Cuando el sacerdote es comisionado para realizar la investigación, pide que se le exima de la responsabilidad, alegando no ser digno. Tiene razones: de hecho, sus problemas con la fe son el centro de la película. Pero el superior insiste, y le dice "hágase digno". Me llegó el mensaje.
A media película, cuando Lamont está metido en el vericueto, su superior le retira de la investigación. Él quiere seguir, y desobedece. Primero que no, y luego que sí... pasa tantas veces...
Silvia Parque
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