Se terminaron las vacaciones, y sigo metida en el tema, que afortunadamente tiene fechas límite que van a poner fin al asunto. Hoy, programando las reuniones donde se expondrá cómo quedó la cosa, me he sentido como quien se emborracha y jura que no lo vuelve a hacer, para repetir cruda el fin de semana siguiente. Como lo que sigue es parte de lo que me gusta mucho, me pongo contenta y me siento bien de estar en el ajo. Este gustito es peligroso. Parece que, ya sea por la dinámica de la institución, por la naturaleza de las tareas o por los límites de mi competencia, no puedo dejar esta clase de "proyectos grandes" en la oficina. Y yo no voy a tropezar dos veces con una piedra que tiene un enorme letrero indicando "piedra con la que la gente tropieza".
Silvia Parque
Si el trabajo te llena tienes mucha suerte. Aprovéchalo. Un beso.
ResponderEliminarPues es que sucede que una parte de mi trabajo, que creo que es la mayor parte, me "llena" y me hace feliz; sin embargo, la pequeña parte que no es tan buena, tiene el efecto de "sacar de la oficina" el trabajo: hace necesario "tiempo extra". Y yo no estoy dispuesta a ese tiempo extra. En su momento pagué caro dar prioridad -sin querer- al trabajo sobre la familia. Ahora me preparo para que eso no vuelva a suceder.
EliminarUn beso, Susana.