miércoles, 12 de febrero de 2014

Pintar las uñas como señal de hacer la vida

Me pinté las uñas con lo que considero es un rosa nada discreto.

Tres veces cubrí las uñas de esmalte, cada vez con la habilidad que podría suponérsele a una niña de primaria, pero cada vez más satisfecha de hacerlo, porque tenía un par de años -sí: años- posponiéndolo.

Hoy ya le falta rosa a la uña del dedo índice de la mano izquierda; pero eso es bueno porque las despintaré mañana y las volveré a pintar el fin de semana, de modo que la operación se repetirá y luego volverá repetirse, hasta que sin darme cuenta, me pinte las uñas tan regular como cualquier mujer.

Las frivolidades también son ocasión para sentir lo ampliamente satisfactorio de hacer lo que una se ha propuesto. Se siente que la vida está puesta para una. Se crea empuje para hacer más cosas, más importantes o de mayor trascendencia.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Jajaja, como una niña de primaria, eres un encanto Silvia!
    Odio el esmalte de uñas, no me las pinto jamás, y las llevo cortas, no soporto las uñas largas ni estéticamente ni por comodidad.
    Tengo mis pequeñas manías y esa es una, otra que no me gustan los pendientes largos ni grandes, llevo pendientes de bebé.
    Besitos

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    1. ¡Gracias, gracias! Tal vez con las niñas de esta generación no aplique tanto mi comparación, pero las de mis tiempos, no se pintaban las uñas más que por jugar, muy de vez en cuando :)
      A mí tampoco me gustan realmente largas, pero sí que la uña sobresalga unos milímetros del dedo; no podría llevarlas más largas porque cuando lo hago, se me dificulta ponerme y quitarme los lentes de contacto; además, apenas estoy intentando cuidarlas, sobre todo, en cuestión de higiene, se me ensucian mucho. Los aretes también los llevo cortos, pero sí me gustan largos, lo que pasa es que largos no los tolero mucho tiempo.
      ¡Besos, Inma!

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