viernes, 27 de diciembre de 2013

No es que los dueños de los acuarios sean sensibleros...

La navidad no había llegado al acuario de mis tortugas, que enfrentado a unas vacaciones y a una mudanza de muebles, ha visto posponer la imprescindible limpia de lama, sin la cual no puede ser habitado. Finalmente está aquí el calentador -necesario gracias al cambio climático-, cuya ausencia servía de pretexto para no limpiar ("porque de todas formas el agua estará fría y no pueden estar en el agua fría"). Aprovechando el viaje, en la bolsa con el calentador están también, el suministro de calcio de cada tanto, un tronco viejo, y gusanitos.

Es importante que las tortugas coman alimento vivo, y las opciones suelen ser artemia o gusanos. Antes, los charales también eran opción; pero ya no. Un día, alguien con la encomienda de comprarlos, fue y vino sin lo encomendado y me anunció que estaba prohibido vender charales como comida de tortuga. Cuando intenté comprarlos yo misma, lo comprobé. El encargado de ese acuario no me cae bien ni parecía dispuesto a dar explicaciones, así que no hice preguntas. Me pareció tonto-tontísimo que mis tortugas no pudieran comer sus pecesitos, como si por vivir en casa, tuvieran que civilizarse. Discutir la legitimidad de que el ser humano, como animal omnívoro que es, mate animales de otra especie para alimentarse, puede tener sentido; ver restringida la dieta de mis tortugas por no matar charales, me pareció lo que menos, tonto-tontísimo. Pero hoy compré en el acuario de un ictiólogo que me cae bien y da explicaciones, así que pregunté por el asunto de los charales. La  SAGARPA los ha considerado en peligro de extinción, y les está protegiendo. Aunque mi experto de cabecera cree que no están en peligro, en este tema me inclino más a creerle a la dependencia de gobierno.

Silvia Parque

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