miércoles, 17 de julio de 2013

Las manos libres

Decían en mi casa que había que amarrar al bebé porque se asusta con sus propias manos -a mi abuela le asusta el asombro-; meses después había que ponerle guantes porque podía arañarse -cualquiera puede ser peligroso-.

Si el niño consigue crecer sin miedo de sus manos, tocará millones de cosas y a decenas de personas. Es probable que un día, encuentre quien le tome la mano, diferente. Cuando ese otro suelte la mano que tomó, puede ser que acaricie, que se vaya, que lastime. ¿Y qué van a hacer las manos, libres y desnudas, en cada caso?

Silvia Parque

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