lunes, 11 de febrero de 2013

Fiel como un perro, a todos sus dueños

Creí que amaba la docencia más que a cualquier otra ocupación. Amé, sobre todo, guiar las investigaciones de mis estudiantes y corregir sus textos. Además, amé el estilo de vida (horarios, trato...) que implica "dar clases".

Entonces le di un giro a mi actividad laboral. Y me enamoré. Como no hubiera creído. Cuando me adapté al cambio, empecé a amar las emociones de oficina. Ahora amo cada una de las cosas que hago, en esas ocho horas de tiempo completo. Estoy emocionada con los proyectos del Departamento y agradecida porque apalancan mis proyectos personales.

La semana pasada fui a tres grupos, a dar una plática. Lo disfruté mucho. Y supe que no quiero volver a dar clases -al menos, no ahora-. Así: veinte minutos con todos poniendo atención -como pasa con la maestra sustituta o con la practicante-, es una delicia. Así está bien.

Silvia Parque

4 comentarios: