miércoles, 6 de febrero de 2013

El momento de oír "mamá"

Ocupada en proyectos que me realizan profesionalmente, disfrutando de mi relación amorosa, explorando posibilidades creativas y con apenas tiempo para hacerme cargo de los dos reptiles que hemos hecho parte de la familia, se me fueron las ganas-de-hij@. No tienen lugar en este momento vital, así que paso a otra cosa. Entonces, muy a gusto con que las tortugas no dependen de mí afectivamente, poniendo por encima del cuidado de la casa, el placer o el trabajo de los adultos que vivimos en ella, y considerando un plan para que mi cuerpo me haga justicia en traje de baño, quiero tener un hij@. Uso la palabra "quiero" porque es la que tengo, pero es como saber que necesito... como un saber de sensación, ni siquiera de sentimiento: un saber corporal e intuitivo y como de armonía universal. Tampoco es "necesidad" como la de beber agua; es más bien como la necesidad que tiene lo que es, de ser, una necesidad... digamos... porque sí: porque es.

No hay "razones" para tener hij@s o no tenerles. ¿Deberíamos tener hij@s para que sean la fuerza trabajadora de la nación? ¿Ya hay demasiada gente en el mundo? Esto no obedece a una lógica racional. Por supuesto que las razones deben tenerse en cuenta; pero no son lo determinante.

Así que estaba yo floreciendo, con el cabello largo, entrando en contacto con las personas con quienes voy a aprender, echando a andar planes. Y enlisto: plantillas, muelas, tal vez la nariz... acupuntura. Sé que Dios provee en abundancia, pero calculo el beneficio de no tener que tomar en cuenta las necesidades de un bebé. Y llega el bebé. Amanezco, y sigo con la sensación de lo real del sueño. Siempre que había soñado que tenía un bebé, era una pesadilla muy tensa. Ahora hubo tensión -no fue un buen sueño-, pero fue distinto. Quise a la bebé -era niña-. Y le vi la cara. Nunca le había visto la cara a los bebés de las pesadillas. Esta niña -mía- no solamente tenía una cara, sino que tenía expresión. Yo era una pésima madre, como en mis otras pesadillas, pero en este caso -en este sueño-, no solamente sentía que podía ser mamá, sino que iba a resarcirme.

Nada se detuvo porque yo soñara tal cosa. Mi marido no le hizo mucho caso a mi impacto post-sueño, y mis días siguieron pintando bien, aunque el subidón de energía del primer mes del año, empezó a bajar. Llegó el día de hoy, y fui a comer. En la mesa de junto, una señora y su hija comentaban lo que iban a pedir. Me llamó la atención que la niña, como de siete años, quisiera enchiladas rojas. Sé que no es raro, pero yo no las comí hasta que fui mayor... y pensaba en eso, cuando la niña dijo no sé que cosa como "yo, con pollo" o "no me gustan las verdes"... cualquier cosa que pueda decirse a la hora de la comida... y terminó la frase con "mamá". Me conmoví como si tal cosa. Algo en mi ovulación debe estar alterándome hormonalmente. El caso es que quise que un niñ@ me lo dijera a mí.

Silvia Parque 

4 comentarios:

  1. Hermoso, profundo.

    Vive tu proceso.

    Besitos.

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  2. Si empiezas a pensar en lo que puede ir mal no tendrás un hijo nunca. Esto es como lanzarse a la piscina. Te garantizo que no te arrepentirás. Un beso.

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    1. Primero pienso que yo no pienso en lo que puede ir mal, sino en lo que ahora va muy bien y quiero cuidar. Pero viéndolo de otro modo, me doy cuenta de que estoy pensando que puede ir mal, el hecho de que un hij@ interrumpa u obstculice lo que ahora va muy bien... no es que esté esperando seguridad financiera, haber evolucionado espiritualmente, tener la madurez total, simplemente ahora quiero, mañana no quiero, un mes no quiero, y una semana sí :D así que como dice Taty, vivo mi proceso. Si mi "querer" no se estabiliza, pueden pasar dos cosas: que llegue un hijo sin invitación, lo cual sería una maravilla; o bien, que pasen los años y no tenga un hijo, lo cual no me asusta, mi vida seguiría estando muy bien. Me asusta más... ¡¡yo aquí como en el diván!!
      Un besote, Susana.

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