Las cosas geniales de mi niñez puedo tenerlas también ahora. Son cosas como apresurarme a tomar las burbujitas de un refresco gaseoso bien frío: sorberlas, sentirlas en los labios. No puede volver el momento en que mi mamá llegaba a la casa, me saludaba con un chiflido y me enseñaba algo que me trajo del trabajo (como un apagador); pero ahora la conozco mejor y la siento más cerca. Tampoco tengo la comida de mi abuela; pero he probado un mundo de sabores que no podía imaginar -fui una niña melindrosa- y ahora puedo prepararme la comida: lo que yo elija.
Estoy bien con dejar atrás, con recordar.
Silvia Parque
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