miércoles, 1 de agosto de 2018

No, señor

En los últimos meses he cambiado la forma en que me relaciono con los hombres. En un lapso de tiempo relativamente breve, con al menos tres hombres que tuvieron su importancia en mi historia, ocurrieron incidentes o la evolución de la relación llevó a una revelación y me encontré quitándome de donde estaba.

Así que ahora:

  • No acepto el mansplaining. Si parezco brusca atajándolo, no me importa.
  • No acepto un trato condescendiente. Puedo despedirme con besos de quien me ha tratado de modo condescendiente, pero no habrá más cercanía en la relación. Esto incluye halagos o cumplidos en los que el otro está evaluándome.
  • No me coloco en la casilla donde un hombre supone que debo estar. Al parecer, quien te coloca en una casilla cree que puede acomodarte ahí como le parezca: más allá, más acá, mejor menos del otro lado...
  • No acepto que un hombre ocupe el espacio que me corresponde en el transporte público. Es mi pequeña guerra personal y celebro cada victoria. No me desgasta, no me enojo.

Los primeros tres "no", no me los propuse. Fue sucediendo. Fui cambiando, supongo, y un día pasó algo que me llevó a decir "bye". Así que no es una lista que me proponga cumplir, es algo que se volvió de esa manera. El cuarto "no" sí es algo que decidí; me gustó la primera experiencia de apropiarme de mi espacio y continué. Ahora es una cuestión también de dar ejemplo a mi hija.

Silvia Parque

6 comentarios:

  1. A mí me está sucediendo lo contrario. Estoy dándome cuenta de que hay mujeres a las que les molestan las deferencias que antes les gustaban de los caballeros, porque ahora se consideraban machistas. Por ejemplo, dejarlas pasar delante por las puertas. Tengo una compañera de trabajo con la que suelo volver a casa. A veces tiene que comprar comida en un gran almacén y la acompaño. No le gusta que le ayude a llevar paquetes cuando va muy cargada, a pesar de que le he dicho que si fuera un hombre me prestaría igualmente a hacerlo.
    Me estás dando pie para una entrada.

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    1. A mí nunca me ha gustado que me abran la puerta del coche o me hagan la silla para atrás para que me siente porque eso limita mi libertad para moverme. Ahora entiendo el efecto que tienen un montón de gestos de ese tipo y cómo van necesariamente asociados a un modo de ser hombres o un modo de ser mujeres que no quiero -que muchas no queremos-. Pero ya antes de entenderlo, antes de haber estudiado o asumido una posición, no me gustaba; no me gustó nunca. Con los paquetes, me pasa con el papá de B. Todavía no puede dejar de ofrecerse a llevar cualquier cosa que yo cargue: cualquiera, aunque no pese. Más o menos iba dejando de hacerlo, pero cuando volvimos a encontrarnos en la situación de estar juntos caminando por la calle, ahora con B, me dijo que lo hiciéramos para que la niña viera que una mujer no tiene que ser la que "va cargada". Le dije que quería que B viera que una muer carga si quiere. Ojo que en mi caso, sí espero que él o cualquiera se ofrezca a ayudar si voy muy cargada. Siempre acepto y agradezco. Tampoco me molesta si alguien se ofrece cuando voy moderadamente cargada. Es solo que no tiene que ser de uno modo u otro, sino como nos venga bien. Yo creo que a más de una que hemos visto la relación de dichos, hechos y etcéteras que forman parte del sistema social, nos pasa que no podemos dejar de ver la carga que llevan algunas cosas como estas. Tampoco quiere decir que no queramos "todo". A mí me queda claro que si estoy en una cuestión medio de pareja, así nada más sea pasándola a gusto, espero que él me invite, conduzca la situación y pague la cuenta. No digo que sea congruente; digo que es lo que espero porque es lo que quiero.
      Esto da para mucho... :)

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  2. Detrás de una una mujer suele haber un divorcio, así como detrás de cada hombre suele haber una mujer. No es casual, imagino, que tu posicionamiento vaya acompañado de sucesivos alejamientos, pero sin duda es porque el hombre adecuado no apareció, porque un hombre de verdad sabe reconocer a una mujer que cale la pena, y la alegría

    Bravo por reivindicar tu espacio, aquí hay asientos para embarazadas y gente con problemas de movilidad o ancianos y es un desengaño ver qué poca gente tiene empatia, o como mínimo, educación, a pesar de las señales indicativas de tales asientos. Un abrazo

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    1. Qué bien dicho: "Detrás de una mujer suele haber un divorcio". Creo que lo hay detrás de todas las mujeres adultas que conozco que pasan de los 35... incluso detrás de las que siguen casadas con quien ha sido su único esposo o detrás de las que nunca han estado casadas. Hay un tipo de divorcio.
      El comportamiento de las personas en el transporte público nos dice mucho de lo que somos. A veces no se puede creer. A veces me apeno conmigo porque no tengo el valor de decir en voz alta: "¿Quién se puede parar para que la señora se siente?" :/
      ¡Un abrazo, Albada!

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  3. ¿Que es mansplaining?
    Es interesante lo que planteas. En cuanto al transporte, hay pasajeros que se comportan muy mal, hombres y mujeres.
    Un abrazo.

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    1. El mansplaining es la tendencia de los hombres a explicar las cosas a las mujeres.
      Yo no tengo coche, así que necesito usar el transporte público. Me ha tocado ver cuatro tipos de mala conducta: no ceder el asiento a quien lo necesita; ocupar el espacio como si fuera solo suyo, hablando alto y a veces obscenamente, o bien, consumiendo comida de olor muy fuerte; invadir con su cuerpo o sus cosas el asiento de enseguida (obviamente no hablo de personas robustas que no pueden evitarlo), y tocar o empalmarse a alguien de modo sexual. Lo primero lo he visto más en hombres, pero también he vito que entre quienes ceden el asiento, la mayoría son hombres. Lo segundo lo he visto igualmente en hombres y mujeres. Lo tercero lo he visto muchísimo más en hombres. Solo recuerdo que me haya pasado con una mujer y me ha pasado con muchos hombres. Esa mujer, por cierto, estaba embarazada, así que aunque no tenía una panza que le hiciera necesitar los dos asientos, mi empatía automática hizo que no me molestara. Como te imaginarás, lo último solo lo he visto hacer a hombres -y lo he padecido, como tantas-.
      Un abrazo, Demiurgo.

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