domingo, 6 de mayo de 2018

"Cuéntalo"

En Twitter, tecleas #Cuéntalo en el buscador y encuentras una enorme cantidad de historias que dan una idea de la dimensión del problema social de la violencia sexual contra las mujeres ["#Cuéntalo, el inventario inacabable de la violencia contra las mujeres"]. Inspirada por este movimiento, comparto la experiencia de abuso que puedo exponer con mayor claridad y que me sirve para ilustrar algunos puntos sobre el tema.

Yo estaba cursando primero de secundaria, así que debía tener unos doce años; el tipo, amigo de uno de mis tíos, tendría veintitantos. Él fue a la casa, pero no estaba mi tío. Pidió permiso para llevarme a un mandado y se lo dieron. Supongo que me invitó y quise ir. No recuerdo bien si llegamos a algún sitio. Lo que sí recuerdo es que en el camino, pasamos por mi escuela, dio vuelta por ahí y precisamente por ahí, no sé si me acercó, no sé si me dijo que me acercara, pero yo quedé junto a él -no había una palanca de velocidades separando el asiento del chofer del asiento del copiloto-. Pasó su brazo derecho por atrás de mi cabeza y puso esa mano en mi pecho con la palma extendida, la desplazó un poco y la dejó ahí, conmigo inmóvil.

Esa tarde, traté de decírselo a mi mamá. Fuimos a la tienda. Yo la alcancé en el refrigerador-exhibidor de la leche y me puse delante de ella, de modo que quedamos cara a cara; quería que supiera que tenía algo que decirle, quería que viéndome, notara que había pasado algo. Dijo "nada más quieres molestar" y fue a pagar. Ahora entiendo que ella no podía adivinar, pero me dolió su atribución sobre mi intención.

Tras el fracaso con mi mamá, le conté a una tía amorosa y cercana, en la que confiaba y confío por completo. Me dijo: "sí, así es él"; luego, no recuerdo qué palabras usó, pero dijo que él siempre quería "arrimarse" cuando saludaba, que por eso ella no lo saludaba de beso o no se acercaba a saludarlo o algo así. Lo dijo como quien habla de un rasgo cualquiera, enfadoso, que el otro tiene. Ahora que lo escribo, no recuerdo si se lo dije a mi tía primero y luego a mi abuela; primero a mi abuela y luego a ella, a las dos juntas o si mi tía se lo dijo a mi abuela o al revés. Lo que recuerdo con claridad es mi percepción de que para mi tía, al menos la experiencia de ella no era la gran cosa, era como si el tipo hiciera ruido al masticar.

Resalto lo siguiente:

Como se deduce de mi torpe intento de comunicación con mi mamá, al principio no podía hablar. Si eso me pasó a mí, que nunca consideré que pudieran no creerme, ¿cuánto puede dificultarse hablar en otros contextos o cuando la experiencia va más allá del tocamiento?

Parte del problema con contarlo puede ser la incapacidad para articular un discurso, vinculada a la incapacidad de elaborar cognitivamente lo ocurrido: yo estaba pasmada. En ese estado, es fácil que una misma dude si ocurrió algo, que una piense que tal vez lo que pasó no es lo que una cree/sabe que pasó. ¿Cuánto puede ser el pasmo en otros contextos o cuando la experiencia va más allá del tocamiento? Creo que si yo no hubiera conseguido contarlo rápido, habría empezado a dudar.

Además de la duda sobre la ocurrencia del hecho, están las dudas sobre la implicación de una. Para mí fue claro, mientras ocurría y después, que yo no quería: no quise. Pero así como la gente alrededor señala a quien sufre el daño, también quien sufre el daño podría señalarse a sí misma. Yo no dije "no". No me moví. Ni en mi mente me opuse porque -como dije- no tenía nada en mente. Y no es que tuviera miedo, como el miedo que conocía: no podía tenerlo porque no tenía nada en mente. Pero el pasmo -al menos en este caso- es otra forma de estar aterrada. Mientras ocurría, yo no podía hacer nada, literalmente. Al parecer, esta incapacidad resulta difícil de comprender para alguna gente con estudios y todo. Pero así es.

Yo a los 12.
Las dudas o bien, las certezas que juegan en contra de las mujeres, pueden llevar a diversos modos de culpa o de apropiación de la responsabilidad de los actos de los otros o de atribuciones al menos inapropiadas sobre una misma. En mi caso, el que a mi tía no le perturbara la conducta del tipo -entre otras cosas en mi historia y circunstancia-, me llevó a concluir algo así como: "hay algo sexual en mí por lo que esto me perturba"; moví el foco: "lo malo" ya no era lo que pasó, sino lo que había en mí. Hay un pasito de ahí a "esto que hay en mí debió haber hecho que ocurriera": una conclusión realmente peligrosa.

Por si hace falta aclararlo, cuando hablo de "concluir" no me refiero al resultado de un diálogo explícito y racional conmigo misma: no hay tal cosa; la "conclusión" es una derivación automática a partir de la información y los afectos que se pueden procesar en un marco cultural dado. Nos criamos en una cultura que cuestiona más a quien es violentada que a quien violenta y estar en la posición del daño no elimina esta carga cultural.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Alucino con la actitud de tu tía.

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    1. Es que el sistema es alucinante. Ella es una mujer que me ha amado tanto desde antes de que naciera, que tal vez me cuidó más tiempo que mi mamá -o al menos, la recuerdo más presente-. Sé que nunca querría que algo me dañara. Pero el sistema normaliza estas cosas, incluso cuando las afectadas son niñas o casi niñas.

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  2. Es un tema que sólo se puede enfocar desde la mujer, o niña. Que una tía normalizara un comportamiento inadecuado, me parece grave,

    Un abrazo

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    1. Hace años, al leer tu comentario habría pensado: pues debe enfocarse desde todos los puntos, comprender cómo lo vive el hombre es necesario para... Pero hace no mucho entendí que pensar como pensaba es reproducir el modo en que en la casa hay mujeres haciendo por hombres lo que les correspondería hacer por sí mismos, el modo en que tantas madres hacen también lo que les toca a los papás, etc. Sí: en este momento histórico, siendo las cosas como son, es un tema que toca enfocar desde la mujer o niña.
      Que un comportamiento sexual inadecuado sea "normal" es grave. Le enseña a la mujer o niña a situarse en una posición "a merced" del otro. Y pues, si aprendes que es normal, si estás convencido de que es normal, no puedes más que reaccionar normalizando.
      Un abrazo, Albada.

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