No estaba de humor. Tal vez no estoy de humor en este momento, pero me siento bien.
Bueno: pues esta mañana, no estaba de humor y me sentía mal nivel "nadie se acerque". A pesar de que tengo muchas cosas por las cuales estar agradecida y más de un par son realmente grandes y buenas, como para andar de fiesta... pues no estaba de humor. Así pasa a veces.
No me sentía físicamente bien, tomé lo peor de mi alrededor para evaluar el día y tuve un pleito que aderecé con todas las verdades lastimosas que pude encontrar. Así que me sentí frustrada y triste y decidí permanecer así.
Por supuesto que
cuando una se siente mal, quisiera sentirse bien; pero casi siempre una
quisiera ser salvada sin pasar por el esfuerzo de respirar profundo y cambiar el gesto. Me consta que hay condiciones en las que no se puede cambiar el ánimo -y hay que buscar ayuda-; pero muchas veces una sabe, aunque sea en el fondo, que sí era posible. En este caso me instalé en el berrinche, rechacé la mano que se me extendió, lloré, me dolió la cabeza, me sentí culpable y alguna otra cosa para terminar el cuadro patético. Pero debía revisar mi correo electrónico, así que vine a la computadora, me comuniqué con las personas y el mundo se hizo más amplio. Fui por galletas y la gente afuera, el sol (mi casa está fría), el parque y la tienda, ampliaron el mundo un poquito más.
Entonces vi uno de esos videos de
Upsocl que este sitio postea en mi muro de Facebook. Perdí el enlace, pero es un video de un programa, supongo que de Estados Unidos, que se llama algo así como "¿Qué haría usted?" Una cámara escondida graba a las personas atestiguando cómo alguien recibe un trato injusto o al menos, desagradable. Esta vez, un cliente negro se negaba a ser atendido por un peluquero blanco (ambos, actores). No me llamó especialmente la atención y adelanté los pocos minutos que dura el video, casi hasta el final. Volví a ponerle
play, donde vi a una mujer de mediana edad hablar con el "cliente racista". En resumen, le invitó a conducirse por el amor y no por el prejuicio; serenamente, pero con firmeza. Luego aparece el anfitrión del programa y habla con la mujer. Ella dice que es Pastora, que predica. Él pregunta: "¿Qué estaba predicando hoy?" Y ella responde: "
Aceptación".
Alguien me dijo un día que veo señales por todos lados porque quiero verlas. Yo le dije que él no las ve porque no quiere verlas.
No me puedo sentir mal cuando entro
en la presencia de Dios. No es que
consiga sentirme bien, sino que todo está bien, como si la realidad entrara en orden con lo que sea que esté ocurriendo. Así que, me sienta como me sienta, la oración me pone bien. Pero hoy no quise hacer oración. No quise poner una canción de alabanza o leer un poco de la Biblia o nada que tuviera que ver con Dios. Pasé por las postales cristianas en mi muro de Facebook, un poco como adolescente ante las notas pegadas en el refrigerador por la mamá. Dios puede estar en todos lados, pero una persona en mi circunstancia, no entra en comunicación con Él a menos que se "ponga en situación de conversación", es decir, a menos que abra un espacio de silencio interior y entre en disposición al diálogo. Y yo no tenía ganas de eso, ni de nada. Como
por no dejar, dije: "Dios, arregla esto por favor" y me acurruqué en la cama. Pero debía revisar mi correo y vine a la computadora (en realidad, traje la computadora a la cama).
Vi a esa mujer hablando conforme lo que Dios puso en su corazón, sin condenar al tipo, mencionando respetuosamente que lo que él hiciera finalmente era su elección y me sentí "llamada" (supe que
eso era para mí). No diría que entré en paz; pero, digamos como dicen por ahí: "me aquieté".
Al menos en la parte que oí de lo que dijo al supuesto cliente, no usó la palabra "Dios", ni mencionó un versículo de la Biblia ni nada por el estilo, así que cuando dijo que era Pastora y que estaba predicando aceptación, me removió. Dios estaba siendo tan bueno conmigo, que
aún siendo Él Dios y yo una berrinchuda, buscó el modo -como tantas veces- de acercarse a tocar mi puerta para entrar y aliviarme, del modo en que yo iba a poder escuchar y dejarle hacer. Así se porta Él.
Silvia Parque