martes, 18 de febrero de 2014

Una entrada en relación con el holocausto, la violencia en México y hacernos responsables

Inma cuenta, en La seta y Schlinder, el encuentro de su hija adolescente con La lista de Schlinder. Sobre el tema de mi interés en este momento, resalto el siguiente parecer de Inma: "cuesta comprender la actitud del pueblo judío dejándose hacer al principio, luego ya no había remedio [...]". Cito también su apreciación sobre la manera en que su hija entendía el episodio histórico, al menos hasta antes de la película:
en su mente no está claro el hecho de que para que los judíos llegaran a ser ingresados en campos de concentración y gaseados, tuvo lugar un proceso largo y escalonado de irlos despojando de sus derechos gradualmente.
Creo que todos aprendemos Historia un poco asimilando como fantasía lo que pasó antes de que naciéramos y como si la vida hubiese sido una serie de recuadros bien demarcados, a veces con el contenido caricaturizado. Recuerdo cuando un profesor de secundaria nos dijo que no había hora de inicio de una revolución; hay una fecha que recordamos porque es el día de una batalla, de una declaración o de otro hecho importante, pero los eventos históricos son parte de procesos históricos. Entender esto es fundamental, no solamente para entender la Historia, sino para entendernos como sujetos históricos y comprender la realidad que vivimos.

Entre los comentarios a esta entrada de Inma, está el de Emy Tecuento, que dice, entre otras cosas, lo siguiente:
Un emigrante serbio que daba clases de apoyo (física y química) a mi hijo, le contó que estamos respirando el mismo ambiente previo en nuestro país, a lo que pasó en el suyo. Parece imposible, ¿verdad? Como tú dices, en Alemania tampoco surgió de un día para otro [...]
Lejos estoy de poder opinar algo fundamentado sobre la situación social de España -asumo que se habla de España-. Voy a referirme a la interrogante sobre las razones de los judíos para permanecer en la Alemania nazi y a la sensación del profesor serbio. No sé si es una pregunta que nos hacemos todos los que llegamos al tema de la Segunda Guerra Mundial en la escuela; pero por lo que veo, no es una pregunta que solamente yo me haya hecho.

Cuando empezaron a ponerse mal las cosas: ¿por qué no se fue de Alemania, todo el que tenía recursos para irse? He tenido conversaciones interesantes al respecto con alguna persona que sabe mucho más que yo de Historia. Luego tuve la experiencia de ver cómo el lugar donde vivía se convertía en un lugar peligroso en el que muchas personas aseguraban que no pasaba nada. Ser mujer pobre era estar en riesgo de "ser levantada", torturada, y asesinada; pero a muy pocos les importó, hasta que la violencia se extendió y cada familia tuvo su anecdotario en relación con el crimen o con la policía. Incluso en ese momento, creo que la mayoría no pensó en irse. Será el apego al territorio, la esperanza de que a cada cual "no le va a tocar", la escala de prioridades por la que una familia no va a dejar el sitio donde el papá tiene un trabajo y ya casi está pagada la casa.

Yo, el día que vi mi primer muerto cerca, decidí que me iría. La primera vez que la "desparecida" era alguien cercana, supe que no iba a regresar.

Hay quien dice que "en todos lados pasan cosas", pero no es verdad que en todos lados pasen cosas así: no en todos lados las personas tienen que asegurarse de mirar fijo hacia adelante cuando se les empareja una camioneta, para no arriesgarse a que el conductor se moleste porque le han visto y se baje a amenazarlos con un arma de fuego. No en todos lados, cuando se habla de un lugar, el referente es "donde dejaron una vez una cabeza". Pero tampoco fue siempre así donde ahora es así.

Recuerdo los primeros carteles buscando a muchachas desaparecidas. Recuerdo mejor la respuesta machista e indolente, por no decir criminal del gobierno en turno. Recuerdo mucho mejor la indiferencia de las personas ante la situación y el fastidio o la burla con la que se veía a los "mitoteros" que insistían en que estaba pasando algo.

Yo me fui.

Llegué a un lugar seguro en el que se puede caminar a gusto por las noches, hasta de madrugada, por el centro de la ciudad. He vivido aquí durante unos seis años. Muy parecido a lo que vi en el lugar del que me fui, he ido viendo aparecer carteles o notas sobre muchachas desaparecidas. He ido leyendo cómo estas desapariciones son minimizadas y hasta negadas. Nos gusta vivir en un lugar tranquilo y sentirnos lejos de la mucha violencia en los estados cercanos. Yo no voy a quedarme cuando pase lo que mi experiencia dice que sigue -ojalá esté equivocada-.

Creo que hay que hacernos responsables de nuestra posición en el mundo. Habría que empezar por cuidar lo que sale de nuestra boca en relación con los actos, eventos o procesos de discriminación y violencia, por cuidar especialmente lo que decimos en alusión a la caracterización de una persona o grupo social. No es por ser políticamente correctos; es por respetar: ahí está parte de la expresión de nuestra posición en el mundo. Luego, habría que saber con claridad cuál es tal posición (hasta quedarse en medio es una posición). Es menos difícil actuar correctamente cuando sabemos cuál es nuestra posición y por ende, qué es lo correcto para nosotros. Finalmente, hay qué ver de qué manera, desde nuestro lugar y nuestros medios, contribuimos más o menos a que el mundo gire como está girando, cómo podemos no contribuir o bien, cómo podemos contribuir a un cambio de rumbo (para tomar la decisión que sea, contribuir a una cosa o a otra).

No podemos huirle a nuestro lugar en el mundo. Podemos hacernos tontos, pero tenemos un lugar en el mundo y jugamos una posición; eso no es nada más para los políticos, los gobernantes o los militares. Somos responsables de cómo ocupamos ese lugar en el mundo, y de asumir la posición en la que estamos. No se trata de salvar al mundo. Qué bien por los que tienen esa vocación, se les necesita; pero no es la vocación de todos; simplemente hay que tener conciencia de dónde estamos parados...

Pepe Cahiers comparte en su blog, el video de un fragmento de la película "Vencedores o vencidos", en el que se muestra un horno crematorio -de un centro de concentración nazi-, con su correspondiente placa con el nombre de la firma del fabricante. Esas personas que hicieron negocio vendiendo cosas como ésta, no eran monstruos depravados; seguramente eran gente trabajadora con una familia para la que deseaban lo mejor; se han de haber dicho cosas como: "yo solamente hago esto; para qué utilicen esto que hago, no es mi asunto; se dice que lo utilizan para tales cosas, pero a nadie le consta".

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Oh! Que bien traido el paralelismo Silvia! El "dejarse hacer" mirando para otro lado y esperando que todo se solucione sin tomar medidas, cuando permíteme frivolizar, ya lo dice la Ley de Murphy "todo aquello susceptible de empeorar, empeorará".
    Terrible situación la de tu país, se ponen los pelos de punta y sirve además para hacer otra reflexión, como desde fuera es muy fácil pensar eso de "¿como lo soportan? Yo no podría vivir en un lugar así" y como ésto es un proceso gradual la gente se va acostumbrando y asimilando la situación resignándose y adaptándose a ella.
    Yo creo que aquí hay mucho también de ese miedo al cambio del que hablábamos, la gente se resiste a cambiar cosas que considera esenciales en su vida, y aunque parezca mentira que una vez fuimos nómadas, pensar cambiar tu hogar se hace a veces insoportable.
    Igual sigo, pero ahora no tengo tiempo, debo irme. Besos

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    1. Me da gusto haber podido expresar la idea, creo que no pude redondear donde una cosa tiene que ver con la otra, pero también hay que confiar en el lector :)
      Yo me he preguntado mucho por qué la gente se queda donde es peligroso estar -la que tiene recursos para irse, claro-; y también me lo he contestado: el arraigo cuenta, el miedo al cambio, cuenta.
      ¡Besos, Inma!

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  2. Me imagino que lo que has vivido debió ser terrible, sobretodo por la sensación de impunidad. Aquí en el País Vasco también mucha gente tuvo que marchase porque estaban en el punto de mira y aún no han podido regresar. Lo peor de la represión es la indiferencia. Un beso.

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    1. No sé si es la impunidad, supongo que sí, es esa sensación de que la gente no cuente; es eso personal que me implica con la frase de "no pasa nada" o "no es para tanto", cuando estás hablando de gente con vidas, con ilusiones, que ya no está y no importa. Es el hecho de que al parecer no importe... algo así...
      Irse de un lugar es padre, pero irse porque corres peligro es hasta desolador...
      Un beso, Susana.

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