domingo, 15 de septiembre de 2013

Esperar un momento

Cada vez que actúo en el momento justo en el que estoy rebosante de un sentimiento negativo, me doy cuenta de que hubiera sido mejor esperar un poco. Nunca que haya esperado un poco, he sentido que hubiera sido mejor actuar inmediatamente. Al sentimiento hay que dejarlo ser, pero no hay que dejarlo que nos haga hacer por sí solo, al menos no en modo-arrebato.

El sentimiento guarda los secretos de lo que es mejor en todos los sentidos, porque es la verdad íntima de nuestro ser; pero el poder de ese secreto es demasiado grande para dejarlo suelto en bruto; es un regalo cifrado: descifrarlo es el camino que revela nuestra vocación identitaria; abrir su envoltura con torpeza, lo rompe, deja emborronado e ilegible el mensaje.

A veces, no obstante, explotar es necesario... aunque no lo fuera, es inevitable para todos los que no hemos alcanzado el nirvana. Los psicólogos dirían: "tener un desbordamiento emocional". En cierta forma es simplemente "hacer berrinche". Las diversas formas de explotar sirven si una vez que ocurrieron, nos sentimos aliviados; si el llanto, el reclamo o el pataleo se refuerzan a sí mismos, generando más sentimiento negativo, hay un problema mayor.

Pocas cosas tan de agradecer como la compañía tolerante que consuela y conforta en esos momentos, con la paciencia para mantenernos a la vista en el interés de que no nos hagamos daño, pero sin miedo a lo aparatoso de la explosión, y por tanto, sin pretender acotarla arbitrariamente. En la edad adulta, a veces toca ser esa compañía para nosotras mismas. Es una paradoja que suena a desdoblamiento, pero entre el alma y la mente hacen un equipo tan maravilloso, que es posible.

Silvia Parque

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