En el mismo orden de ideas, en un pasado cercano, leí sobre una serie de ritos judíos para hacer la comida. Me pareció maravilloso. Lo tomé como una inspiración a ofrendar a Dios cada acto, pero sobre todo, los que producen: los actos de trabajo; ahí donde se despliega el talento que recibimos de regalo. Por eso me gusta especialmente el villancico del tamborilero: porque el ronco acento del ro-po-pom-pom es de verdad lo mejor que tiene para ofrecer, y lo ofrece a Uno que está esperando justamente eso.
Silvia Parque
Qué bonito árbol de Navidad. A veces lo mejor que puedes dar eres tú mismo. Un beso.
ResponderEliminar¡Gracias, Susana! ¿Qué mejor para dar, que darse una misma?
EliminarUn beso.